Cuando alguien me pregunta interesado acerca de mi experiencia durante las clases con Mario, no sé por dónde empezar. Siempre que ocurre suelto una ‘’chapa’’ importante (que conste como aviso a los navegantes).
Por varios motivos definir lo que hace como ‘’clases de guitarra’’ se queda muy pobre, así como describirlo a él como ‘’profesor’’. No, no es sólo eso.
Entonces siento la necesidad de contarle al interesado/a unas cuantas cosas, para que comprenda que no se va a encontrar con lo que al menos yo (y seguramente a muchos os ha pasado) me he encontrado cada vez que quería recibir clases de música: una enseñanza unilateral y rígida en la que, o tiraba de voluntad, o terminaba perdiendo el interés completamente.
Quizá esto se deba a mi personalidad impaciente, o a que mis conocimientos de teoría son bastante básicos y no consigo mantener el interés por el método habitual de enseñanza, o quién sabe por qué, yo no aguantaba mucho más de seis clases seguidas. Pero aquí vienen las razones por las que llevo un año y medio con Mario, y sumando:
Una de las cosas que me impresionó desde el primer día fue su nivel compromiso, que no tardó en contagiarme. Después de cada clase sentía una motivación que pocas veces he experimentado, y que es vital si quieres desarrollarte como músico.
Ese ratito se fue convirtiendo en uno de los momentos más importantes de la semana, ya que durante las clases (cómo me jode tener que usar esa palabra y no encontrar otra) con Mario recibía todo el impulso que me hacía falta para seguir mejorando, trabajando y, sobretodo, disfrutando y descubriéndome a través del instrumento, la voz y la composición.
Comprendí que para aprender y emprender un camino es fundamental trabajar el autoconocimiento, cuestión que él facilita con un ojo psicológico que a veces parece conocerte más que tu propia madre (real).
Si a ésto le sumas su capacidad para confeccionar un método de aprendizaje perfectamente adaptado a cada personalidad, el resultado es un traje a medida con el que empiezas a encontrarte cómodo al instante, y es ahí donde comienza la aventura en la que yo espero poder continuar durante todo el tiempo que me sea posible.
Para terminar (os avisé de mi chapa irremediable), decir que en la vida me he topado con muy pocos profesores que realmente me hayan dejado una huella importante. Indudablemente Mario es uno de ellos, principalmente por su efecto transformador, ya que hace que los ‘’límites’’ (palabra que me consta no le gusta nada) pasen a ser herramientas muy útiles con las que potenciar el motor.
No tengo mucho más que decir, o sí: sin ánimo de cumplir el papel de pelota de la clase… gracias por existir, Mario.
Angie Sánchez